Me esperaba un día de agendas y estandartes, y me perdí, escabullendo mi figura entre la gente. Como cuchillo cortaba el tiempo y le ganaba un minuto a la jornada. Me sentía casi líquida, liviana, iba dentro de mi cuerpo, resguardada y segura, con el alma caliente y las ideas frescas.
De pronto miré. Pasaron a mi lado las caras familiares, los gestos, los abrigos, la paleta de nuestros colores, el cuadro de nuestro mesurado invierno al sur. Me sentí parte de una tribu, una guerrera. Sentí que todos guardábamos un secreto. Me impregnó la profunda uruguayez que flotaba en el ambiente de Montevideo y lo sentí todo tan mío, tan adentro. Creí ver que todos habíamos apretado el paso, que seguíamos, obstinados sobrevivientes del mejor país del mundo.
Calles de brillante humedad.
En esta ciudad
De milongas y medialunas,
lentos desesperes
permanentes despedidas
trincheras invisibles
tribus
discursos
café
moñas
bufandas
murguistas
grises sacos
ojos al mar
celestes
banderas
(11/8/07)
Gracias Marcelo por la foto.
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