lunes, 9 de abril de 2007

obsesión: memoria


Sigo obsesionada con la memoria. Parece que gran parte de lo que he escrito es un ejercicio de reconstrucción de momentos, estados anímicos, imágenes. A los veintitantos estaba orientada al presente y un futuro 2 o 5 años posterior. Era el momento de las "metas". Por algún motivo me sirvió mucho ese esquema. Luego, la primera parte de la treintena me la pasé en un "hoy y mañana" lleno de pequeños detalles que atender: cambiar pañales, hacer la comida, ir a trabajar, disfrutar ese momento especial de mis hijos, sobrevivir el día a día. Creo que toda mamá que además lleva adelante una profesión sabe de qué hablo. A los treinta y cinco algo detuvo el compás y empecé una meticulosa búsqueda de mi pasado, como quien hojea un álbum que estuvo mucho tiempo caído detrás de la biblioteca. Hace cuatro años que recuerdo cada vez con más nitidez y tres años que escribo con regularidad. Me ha hecho bien. Hasta he podido despegar las páginas mohosas y animarme a ver qué guardaban. Pero tampoco hay que engañarse. Lo que creemos recordar no es otra cosa que construcciones que hoy hacemos de nuestro pasado. Nada más selectivo que la memoria. Lo interesante es que gran parte de ese proceso está totalmente fuera de control. Solo requiere dejar que ocurra. Si le hacemos un lugar y lo dejamos fluir podemos encontrar las perlas que nos llevaron al punto actual.

Aquí va otro de mis archivos:


Mi casa está vacía. Pero yo se que si abro el cajón de la botinera encuentro mis libros. Uno tiene un gatito blanco y negro. Parece vivo. Me gustaría tocarlo. … … Entro al baño. Es lindo y amplio. ¡Cómo jugaba yo en esa bañera! Me la llenaban de agua tibia. El cuarto de papá y mamá está ordenado. Abro los placares. Cuelgan los vestidos de paño grueso. Toco las telas frías. Hay un suave olor a humedad. … El escritorio con libros hasta el techo y las mesas con miles de objetos pequeños tienen una película de polvo que apenas se eleva cuando muevo algo. Las partículas bailan solas en el rayo de luz que entra por la ventana. Abro los brazos y giro en el medio de la habitación hasta que los libros se me vienen encima y me tiro en el suelo mientras vuelven lentamente a su lugar. Chiví entra corriendo. Es una flecha de pelos marrones que me olisquea y me lame. ¿Cómo se enteró de que estaba en el pueblo?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hay Mariana,tienes suerte de haber empezado a entrar en tu pasado a los 35.fijate yo,estoy empezndo a los 66,y bueno,algo es algo.En realida me doy cuenta que estoy eludiendo lo del medio,o por ahì.Me encato tu vision de la casa de tus padres,y creo que tu sbes bien porque.Un abrazo Alicia

Saludos, Terrícolas dijo...

...no he comenzado a traducirme
y ya olvido las palabras
con que los semidioses
me echaron de su templo.

Grave error de la memoria
no tener manos.


Hace poquito que empecé con esto -un blog-; no hace poquito que empecé a escribir, claro. También tomé la costrumbre de clickear en "siguiente blog", y el link me condujo hasta aqui.

Lo primero que me vino a la mente al leer tu post fue éste poema, que termina con ésa frase casi irreverente, pero que en definitiva es una toma de posición: este año cumplo cuarenta, no escribo con nitidez, pero recuerdo con regularidad.

Tal vez quisiera usar mis manos en algo más útil.

Saludos.